Le gustaba pasear por las calles, imaginarse la vida de la gente con la que se cruzaba. Una vida anónima que tenía un nombre, una historia, un principio y también un final. Pero aquella tarde tan solo tenía ojos para él. Una mezcla entre la música de Ben E. King y el olor a castañas les hizo detenerse en una esquina de la calle y a 4º centígrados, arrimados en una pared, acercó la cara a su pecho y lo rodeó con sus brazos, mientras él la abrazó con fuerza y la besó en la frente. Se sintió protegida, especial, especial para él. Pero él no era el único.
Cuenta a todos que lo sabes cuando incendias sin querer sabes que alguien más se rompe, sabes que todo lo rompes
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yo corroboro que de lo que se dice ahi, mentira ninguna (misteriosamente)
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